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Nacida en Almería, de la que he heredado la exageración andaluza y la contundencia de sus desiertos, quizá también la libertad de su mar.La huerta murciana me adoptó con tan sólo 6 años de edad, y tan bien me ha criado, que ya soy más murciana que las habas. Fiel amiga de mis amigos, aunque cada vez seamos menos."Enganchada" al que yo creo que ya antes de que naciera estaba destinado a ser mi compañero, y a esos pequeños seres que dia a dia nos obligan a recordar que el tiempo vuela,y que es mejor volar con él que quedarse en tierra.

sábado, 7 de marzo de 2020

8 marzo


Soy mujer. Tengo 48 años y por tanto he vivido muchas situaciones violentas por culpa de esta percepción que tienen algunos hombres de que tienen derecho a todo con una mujer. No he sufrido violación ni abusos graves, pero me acuerdo de ocasiones en las que los hombres me han hecho sentir despreciada, rebajada, insultada... Siendo una cría corrí desesperada hasta que logré esconderme de un chiquillo que quería darme un beso porque yo le gustaba: daba igual que a mi me diera náuseas ese niño...porque era más grande que yo e iba acompañado y azuzado por otros amigos, a los que seguramente les daba igual cómo me sentía. Siendo un poco más mayor, esperando en la puerta del conservatorio a que me recogieran mis padres, un hombre mayor que pasaba por allí me susurró guarradas; siendo ya adolescente, caminando por Murcia a plena luz del día, me crucé con un muchacho que directamente me agarró una teta; desde el día que empecé a salir, sola o con amigas, de fiesta...jamás me he sentido segura andando por la calle por la noche. Hacíamos encaje de bolillos para acompañarnos unas a otras...y aún así nos hemos llevado algún que otro susto. Ya de adulta, en mi trabajo he sentido como se me despreciaba o no se tenía en cuenta mi opinión por ser mujer joven. Y hoy en día sigo angustiada, ahora más por mi hija que por mí, porque me gustaría que pudiera vivir sin miedo y sin sentirse despreciada por nadie, y mucho menos por el hecho de ser mujer.
Cuento estas pequeñas vivencias e invito a todas mis amigas a que hagan lo mismo, para que el mundo sepa por qué hoy en día aún tenemos la sensación de estar en desigualdad con respecto a los hombres. Os invito a que contéis estas anécdotas que, aunque a algunos les puedan parecer sin importancia, a nosotras nos duelen en lo más profundo. Tanto que, ya veis, son cosas que no se olvidan...

domingo, 13 de diciembre de 2015

SEIS AÑOS SIN TI

Seis años sin ti, Esther. Y qué duro sentir aún tu ausencia. Tendrías que estar invitándome a que vea tus nuevos adornos de Navidad, contándome las genialidades de tu hijo, mirando fotos antiguas, planeando las fiestas...tendrías que haber descubierto Facebook, Twitter y todo lo demás conmigo, deberías estar compartiendo cosas en revistas digitales, partiéndote de la risa con nuestros whatsapps, comentando los últimos acontecimientos, enseñándome fotos nuevas y contándome todas las series que te ves y los libros que te lees... Te estás perdiendo tantas cosas que te encantarían... Duele no sólo por pensar que no lo estás disfrutando, sino porque todas estas cosas serían aún más fantásticas y divertidas si las pudiera vivir contigo. Sigo recordándote y echándote mucho de menos.
Ojalá pudiera ser siempre consciente del valor de todos estos detalles cotidianos que echamos tanto de menos en las personas que no están, y sin embargo vivimos como algo intranscendente el resto del tiempo. Ojalá fuera capaz de  disfrutar de esos momentos con todos los seres queridos que aún tengo cerca. Ojalá todos intentáramos no perder la oportunidad de compartir momentos con las personas que nos acompañan en esta vida. Una vida tan corta que siempre nos quedarán cosas que hacer con ellos y cosas que decirnos. 
Los que se fueron antes de tiempo ya no volverán. Y nos quedará el hueco toda la vida. Ya sé que esta sensación no desaparecerá nunca. Pero ellos me han enseñado algo que hoy escribo para recordármelo a mí misma: ojalá valorara cada cosa que comparto con los demás, en especial con la gente que me importa, como lo que es, un momento único que podría no repetirse jamás. Es un topicazo, pero es así: las cosas malas que nos pasan vendrán sin que las llamemos. Las buenas también, y esas se disfrutan solas. Pero cuando vengan las normales, las de siempre, las de un lunes por la mañana, deberíamos procurar sentirlas como únicas y especiales. Deberíamos valorar todo lo bueno, porque nos hace felices, y lo malo, porque siempre nos enseña algo. Una de las peores cosas que me han pasado en la vida ha sido perder a mi amiga. Hoy celebro que ella me ha enseñado a valorar más la vida. Gracias, Esther. 

lunes, 10 de agosto de 2015

DOÑA MARGARITA


 

Dña Margarita tenía un carácter especial. Activa y confiada, libre, dueña de sí misma y la jefa de su casa, hablaba con todo el pueblo. Lo que más gozaba a nivel social era la mañana del mercado. Conocía al gitano de las telas  tan bien que llegué a creer que era de la familia. Allí se ponía al día de todo y regateaba precios mejor que el más experimentado hombre de negocios. Yo la acompañaba, le llevaba algunas bolsas  y ella me mostraba como una joya a todos sus amigos y conocidos, tenderos y vecinos. Tenía una casa tan especial como ella, en la parte más alta del pueblo, cerca del castillo. El bar de El Vaina, pegado a casa, era parada obligada para el aperitivo. Aún no he probado una ternera en salsa igual: en uno de esos platitos de loza blanco, ovalado,con tenedor pequeño y rebanada de pan, a veces duro, pero daba igual, porque era para sopar... Entre el portón exterior y la puerta de entrada dejábamos las bolsas de la compra para ir a por esas telas que ya había ideado como usar, y si no, ya le valdrían a alguien: para el verano, para esas tardes de costura en la playa...pero ese es otro escenario. 
Doña Margarita era maestra. De las antiguas, claro, porque fue de las primeras...así que era de las de caligrafía inglesa y El Florido Prensil, o de pizarra y tiza sin más... A la hora del recreo la veía charlando con las otras maestras, entre las que se encontraba mi madre. Yo a veces dormía en su casa, esa de altas escaleras de mármol, sótanos misteriosos que habían sido cuadras, cocina antigua y patio con conejos... Cuando había suerte, ella me dejaba la muñeca de porcelana con vestidos de hilo y encaje, y jugaba sentada, para que no se me cayera. Ésos eran días especiales, como aquel día silencioso, cuando retransmitían el entierro de Franco por la tele.  Otro momento emocionante era cada vez que me dejaban entrar en ese cobertizo junto al despacho, en la planta baja...donde había una fantástica casa de muñecas hecha a mano por mi abuelo y que era de mi madre pero que sus hermanos ya habían estropeado un poco con sus juegos de niños brutos: dormitorios, cocina, baños, escalera, comedor...ventanas con balcones y todos los detalles imaginables. A mis ojos de niña era una casa inmensa, pues era más alta que yo, y un preciado tesoro que llevo años pensando arreglar. 
Del barrio aquel me quedo con el olor a pan y a magdalenas recién hechas del horno de la tía Manolita, y las muestras de perfume que me regalaba la señora de la mercería. Una vecina especial, Rosita, parecía sacada de una revista de la alta sociedad de entonces. Delgada y erguida como una bailarina de Lladró, su forma de vestir, de moverse y de hablar denotaba una elegancia extrema que a todos fascinaba. Ella agradecía mis visitas y yo observaba cada uno de sus movimientos con admiración. No tan agradables eran algunos paseos con paradas continuas para saludar, las visitas por obligación, los pellizcos de ay-que-bonica, y los besos pinchosos de ancianas bigotudas. Pero ese era el ritual, y yo una niña educada.
Me enseñaba sus joyas, me contaba la historia de cada una y me las prometía todas, y yo siempre incómoda con esa idea de la herencia que implicaba una muerte previa, le decía que para eso aún quedaba mucho...y ella entonces me recitaba la poesía de Campoamor:
“Sentía envidia y pesar 
una niña que veía 
que su abuela se ponía 
en la garganta un collar. 
-¡Necia!- la abuela exclamó-. 
¿Por qué me envidias así? 
Este collar irá a ti 
después que me muera yo-. 
Mas la niña, que aun no vela 
con la ficción la codicia, 
le pregunta sin malicia: 
-Y ¿morirás pronto, abuela?”

Los veranos en El Pozo. Su casa miraba de frente al mar, y para disfrutarlo tenían un gran porche bajo, a solo medio escalón de la calle. Todo el que pasaba saludaba o entraba y se sentaba un rato a charlar. Mi abuelo estaba impedido, siempre malo de las piernas hasta que las fue perdiendo. Él era el alma de ese porche, con su cigarro que nunca se apagaba...era uno con otro, y si había que encender de nuevo, en el cajón de la mesa de madera tenía su mechero de piedra, con la mecha color naranja... Luego vinieron los médicos y doña Margarita escondiendo el tabaco por toda la casa...
Yo vivía justo detrás de ellos y siempre que podía cruzaba la calle y entraba a su casa por la puerta de atrás. Consigna obligada era ayudar en lo que pudiéramos y a mi me tocaba limpiar. A cambio, lo que encontrara en el suelo era para mi, y algo más caía siempre, aunque tuviera que sacarlo de su caja de lata del Julepe. Por las tardes ella tenía su partida y se lo tomaba muy en serio; aunque casi siempre perdía, era la cita que más disfrutaba del día, así como mi abuelo hacía con el dominó. Aún me parece escuchar el ruido de las fichas contra la mesa de mármol y las discusiones que se montaban por una perra gorda.
Doña Margarita no perdonaba el baño diario y, hasta que pudo, se ponía sus sandalias de plástico y se iba donde siempre, con su tertulia, sin importarle que fuera zona de piedras y roca, ellas eran más duras que eso y allí se habían  bañado toda la vida. Si se me ocurría cruzar por su casa a la hora de comer, la encontraba en la cocina y me obligaba a probar la comida. Los días que hacía ajo me tenía preparado un trozo de pan para sopar. Sabía que era mi debilidad.
Doña Margarita era mi abuela. Hace unos años que desapareció, y solo dos desde que se fue definitivamente. Para mi fue mucho mas que el personaje que seguro que todos recuerdan y recordarán aún durante años. Ya nos hemos acostumbrado a su ausencia porque hace mucho que dejó de ser ella para vivir callada en una silla de ruedas. Menos mal que nos quedan recuerdos que hacen que permanezca siempre. Quedan muchos más recuerdos de los que puedo  relatar hoy, porque las personas grandes como ella y las vidas que compartimos de cerca dejan huellas que a menudo ni vemos ni sabemos transmitir porque ya forman  parte de nosotros mismos. Quede este pequeño recuerdo como homenaje. Me siento feliz por haberla tenido en mi vida y le agradezco que además de un personaje inmenso haya sido sobre todo mi abuela.

domingo, 31 de marzo de 2013

MI PLAYA


¿No conoces mi playa? En mi playa yo me pasaba los tres meses de verano. Ya a mitad de julio tenia los pies bien duros para andar sin chanclas, por los caminos, que aún eran de tierra. Buscando la sombra, por las rampas de los garajes de las casas, recorría esa calle que llevaba al Baño varias veces al día. El Baño, el trocito de playa  donde no hay rocas ni erizos, ni amenaza de morenas o de pulpos que se enroscaran en mis piernas, como le pasó una vez a mi hermano... Al Baño sin toalla la mayoría de las veces, sin crema protectora siempre. Allí las cuatro sombrillas de siempre, allí mis amigos, hermanos, mis primos...la gente del Pozo... Al agua del tirón, corriendo y de cabeza, para irme muy dentro, muy lejos...y estar un segundo a solas. Y de vuelta a tirarme desde la Tosca, y al salir echarme sobre la arena, así, a pelo...son solo unos segundos...y ya no quema. Al sol todo el dia, salvando la hora de la siesta. La siesta, ese tiempo indefinido desde que comías hasta que tu madre decidía que ya habías hecho la digestión y podías volver a bañarte. Y mientras, unas cartas, un helado, un rato de tele... 
Tardes de mar, o de montaña, que siempre había un día que nos íbamos de excursión al Cabezo del Obispo, con nuestros bocatas y nuestra Fanta, para volver hartos de hormigas y de tierra, media hora más tarde. Tardes de salar, de jugar allí al béisbol o de animar a los chicos al fútbol,  de escribir secretos en su suelo, de cobijarnos en los tarays... Dias enteros de recoger leña para la hoguera, de arañazos a base de rascamoños y demás arbustos, de sudores y churretes. Noches de pipas en 'ca Mari Cruz, la única tienda-bar en muchos kilómetros...cuántos polos y cuántas bolsas de pipas en su porche, cuántas bicis apoyadas en su muro... cuántos paseos y cuántas risas. Cuánta sencillez. Con los años llegaron los cafés, el tabaco, continuaron las cartas, las pipas y el mar, y vinieron las fiestas en la playa, la guitarra, el gin Lirios y demás...las noches de La Virgen, del 15 de agosto, el " me gustas", " ¿me escribirás?", " tu est ma copine".
 En mi playa hacíamos fiestas de disfraces, íbamos de excursión a calas de ensueño, ensayábamos bailes que veían nuestras madres y pocos más, nadábamos más rápido y mejor que nadie, explorábamos casas misteriosas, cuarteles abandonados, recorríamos kilómetros  en bici, saltábamos de roca en roca hasta Cala Panizo, en barca a motor hacia La Isla, a remo donde fuera...Tantas cosas que fueron y que siempre estarán, porque mis recuerdos no se los llevan esas casas nuevas que casi profanan la montaña donde descansan los restos de un amigo, ni el asfalto, ni los bares, ni la gente desconocida con la que me cruzo cuando voy, ya tan solo unos pocos días al año. Así es mi playa, y he tenido suerte de poder pasar mucho tiempo allí, de haberla vivido de un modo que ahora me parece especial. Espero que la gente que hoy la vive, aunque de manera diferente, lo haga atesorando tantos y tan bonitos recuerdos.




viernes, 30 de noviembre de 2012

LO QUE ES LA VIDA...

Hay que ver...lo que es la vida...así, como dicen nuestros mayores... Y es que es verdad.
Un amigo me decía hace poco que somos como hojas sobre el agua, que, llevadas de un lado a otro por vientos y corrientes, tratamos en vano de resistirnos a tanto vaivén aferrándonos a una rama o a una roca. Rama o roca, pared, risco, botella con o sin mensaje, palo, tablón, mástil de barco semihundido...da igual. Las vueltas que da la vida...ésas nunca las vamos a controlar. Quién nos lo iba a decir a nosotros... Que viviríamos en el campo en vez de en la ciudad, Que tendríamos hijos, cuando todo indicaba que nunca llegarían, Que perderíamos a la amiga más querida, con la que habíamos planeado toda una vida, Que los lazos que creímos desatados se volverían a atar, Que otros lazos que pensamos eternos se aflojarían sin más,Que ganaríamos nuevos corazones para con ellos reír y soñar, Que mereceríamos odios y envidias, Que nos regalarían cariño incondicional sin hacer nada para merecerlo, que subiríamos y bajaríamos, que ganaríamos y perderíamos, que reiríamos y lloraríamos... Y todo casi sin poder hacer nada para controlarlo, si acaso aferrarnos sin demasiada fe a una rama o a una roca.

"Un Mundo", de Ángeles Santos.

lunes, 4 de junio de 2012

TU TIENES MUCHO PODER

     Hará poco más de una semana que la madre de uno de mis alumnos vino a visitarme para que le subiera la nota a su nena,  ya que ésta la necesitaba para poder hacer la carrera que quería. Podía haberle dicho que su hija lo tenía que haber previsto antes, que había tenido todo el curso para subir la nota que iba sacando durante la primera y la segunda evaluación, incluso desde el año pasado..., le podría haber echado en cara la de veces que la chica faltó a mis clases para estudiar y sacar mejor nota en otras asignaturas, perdiéndose quizás algunas valiosas explicaciones y seguro que útiles prácticas... Podría incluso haber hecho referencia a los criterios de evaluación que aplicamos en el departamento, y que consideramos los más justos, que tienen en cuenta las diferentes habilidades del alumno, etc etc... Pero no. No le dije nada de esto. La dejé hablar, reprimiendo una mezcla entre susto, indignación, repugnancia y profunda tristeza, una mezcla que, de ser liberada, podía explotarme en la cara. Aguanté, pues, estoicamente que se me hablara del "poder" que tenemos los profesores, que según esta señora, podemos poner la nota que nos de la gana, de manera que cuando no hacemos caso a súplicas como la suya, podemos incluso arruinar la vida académica y profesional de los chiquillos. Me hizo directamente responsable del posible fracaso de su hija. Tuve que escuchar cómo esta señora nos consideraba "menos listos" que los profesores de centros privados, porque nosotros no inflamos las notas de nuestros alumnos, para así obtener mejores resultados y ganar reputación. Tuve que aguantar que me llamara mala persona y mala profesional, porque, siempre según ella, no atiendo las necesidades de mis alumnos. Sin embargo ella, excelente profesional de la sanidad, siempre atiende al enfermo, incluso fuera de su horario de trabajo. Sólo acerté a balbucear que yo no podía subir la nota así, tan alegremente ( y no se trataba de medio, ni siquiera de un punto...no me juzguéis tan cruel), porque, según mi opinión, no sería justo para con el resto de mis alumnos. Presionada como estaba, llegué a hundirme y a sentirme tan culpable, que, temblorosa, busqué un día para hacerle un examen con el que pudiera subir nota, pero tenía que ser pronto, y necesitaba varias horas, así que era difícil... Pero esta señora no quería examen alguno para su hija, porque sabía que la nota que tenía era la correcta, y que no la superaría con un examen.

     "Vosotros tenéis mucho poder, podéis hacer lo que queráis...". Ésta era la frase que se quedó como enquistada en mi frágil memoria. Ni siquiera recuerdo bien las palabras con las que me amenazaba cuando, expulsada ya de mi departamento, bajaba las escaleras con un runrun de "ojalá nos veamos donde yo tenga que hacer algo por tí", haciendo clara referencia al centro de salud. Pero sí recuerdo bien lo de Tenéis mucho poder... Si. Tenemos mucho poder, pero no de ese tipo, caprichoso y corrupto. Tenemos el poder de enseñar a nuestros alumnos que el esfuerzo y la perseverancia tienen su recompensa, que nunca hemos de esperar que se nos regale nada, que todo cuesta trabajo en esta vida; tenemos el poder de enseñarles a ser humildes y a aceptar nuestros propios límites, a aceptar cómo somos y dónde somos capaces de llegar, a  reconocer nuestros propios anhelos, y no dejarnos llevar por los de nuestros padres que, aun siendo muy válidos para ellos, pueden no hacer felices a sus hijos... En fin, sí, es verdad que tenemos mucho poder, y yo en particular creo estar ejerciéndolo como mejor me parece, siendo lo más profesional y lo más justa posible, dando así ejemplo a mis alumnos. Y me entristece muchísimo que haya gente que se crea con derecho a venir a llamarme poco profesional mientras me pide que haga una excepción con su hija, regalándole una nota que no merece y que posiblemente perjudique a otra persona.

      En algún momento de la entrevista, esta madre me preguntó si es que no haría yo lo mismo por mi propia hija. Tampoco contesté a esto, pero ahora lo pienso y lo tengo claro. Por supuesto que no lo haría. Precisamente por su bien.

martes, 28 de febrero de 2012

COMUNICACIÓN EXTREMA

Mira que me encantan los idiomas... Me fascina cualquier medio que permita la comunicación entre las personas. La lengua es un medio poderoso, y ahora también la imagen, las nuevas tecnologías... Sin embargo, hay ocasiones en que me gustaría que no existieran. Que no tuviéramos que usar un idioma para entendernos, que el sistema fuera otro bien sencillo, mucho más sincero y directo. Ojalá los humanos hubiéramos desarrollado un sistema de reconocimiento total del pensamiento ajeno, de manera que la transmisión de las ideas fuera perfecta, de forma que pudiéramos saber exactamente cómo piensa y por tanto cómo siente el otro ... sin lugar a dudas, sin vacilar, sin dobleces, sin recodos... Por muy bien que creamos dominar nuestra propia lengua, a veces se nos revela como un código incapaz de expresar los pensamientos y sentimientos más complejos con la precisión y la premura necesarias. Esta angustiosa sensación de impotencia no me inundaría, como lo hace en ocasiones, si ya tuviéramos ese don de comunicación extrema. En ese utópico estado no existiría la mentira, ni siquiera la media verdad, la hipocresía, el malentendido...la inseguridad, la desconfianza. Ojalá pudiéramos mirarnos a los ojos y saber el uno del otro...todo.

miércoles, 4 de enero de 2012

EL MISTERIO DE LOS REYES MAGOS

Mamá, si los Reyes Magos son mágicos, lo ven todo y lo saben todo, ¿por qué tengo que escribirles una carta y hasta mandarla por correo?
Mamá,¿Por qué no me puedo pedir un portátil y una DS para mí solito? Pero, mami, ¿Por qué los pobres no van a tener regalos, si no les cuesta dinero, que se lo traen los Reyes, que son mágicos!
Mamá, pero ¿cómo hacen los Reyes Magos para ir a todas las casas en sólo una noche? Y ¿Cómo entran los camellos en nuestro salón?¿Cómo están en diferentes cabalgatas al mismo tiempo?

Todos estos misterios se resuelven con mucha imaginación y mucho amor, y los niños reciben nuestras respuestas con ilusión y candidez... Hasta que llega la cabalgata, y el terrible momento en que empiezan a pasar sus Majestades por delante de los ojos de los niños, que buscan ansiosos una mirada cómplice, una sonrisa, un gesto que imaginan va dirigido a ellos especialmente. Éste es el momento que, un año tras otro, se empeñan en arruinar los insulsos enchufados que hacen de Reyes, que, quizá pensando que están en una carroza más del entierro de la sardina, se despreocupan de su aspecto y de su actitud, y no piensan ni por un momento en el terrible trago que hemos de pasar cuando los niños preguntan "Mamá, ¿Por qué se le cae la barba a Melchor? ¿Es que no es de verdad? ¿Es que Gaspar lleva gafas? ¿Qué le pasa a Baltasar, que parece que va pintado?!"
Por favor! ¿Tan difícil es caracterizarse como Dios manda y actuar bien un ratito para que los niños sigan creyendo sin que los padres tengamos que hacer un master en respuestas absurdas? Miedo me da la cabalgata de mañana. Por si acaso, iré preparando respuestas...

domingo, 27 de noviembre de 2011

VOLVIENDO A LA NORMALIDAD

"Women have served all these centuries as looking glasses possessing the power of reflecting the figure of man at twice its natural size." (Virginia Wolf)
   Creo que ya es hora. Deberíamos estar más que preparados para normalizar de una vez por todas la relación de completa igualdad entre hombre y mujer. Nunca debería haber sido una relación de dependencia, de sumisión, inclusde esclavitud ; sin embargo, no sabemos a cuento de qué caprichosa creencia surgió la absurda idea de que la mujer es inferior al hombre en todos los sentidos, y por lo tanto incapaz de estar a cargo de las cosas importantes: la caza, la política, las copas... pero sí era ideal, ideal, para otros menesteres... qué te digo yo... limpiar la mierda que van dejando otros, o criar a los niños, con lo que ésto implica de dedicación completa y consiguiente renuncia al ocio y el cuidado del alma. Los hombres también decidieron que la mujer sería estupenda, estupenda, para servirles; para hacer de abnegada cocinera, camarera, sastre,  psicóloga, acompañante, florero, consolador...
   Pero ya está. Ya hemos llegado a un punto de desarrollo cognitivo tal que hemos comprendido que aquello no era normal, y lo rechazamos de plano. Entendemos, por ejemplo, que si el hombre necesita abandonar todos sus quehaceres y confiarlos a su mujer porque esta noche tenemos un partido importante en la tele que no podemos perdernos por nada del mundo, es tan normal como cuando nosotras necesitamos imperiosamente que el hombre esta noche se ocupe de las cenas, los baños y la plancha porque dan un episodio importante de nuestra serie favorita; y da igual que él considere que esa serie es una boñiga colosal, porque  nosotras también tenemos una opinión sobre el fútbol, y lo respetamos igual, ¿verdad? 
   Es un gustazo, de verdad, ver cómo los hombres han superado esa confusión que en tiempos les hacía pensar en su mujer como en una mezcla entre secretaria y madre, a la que hacían responsable de sus citas con el médico, sus llamadas a mamá, la compra de su ropa, la preparación de maletas... Ahora entienden a la perfección que su madre es su madre, y por lo tanto son ellos los que sienten la llamada amorosa y se lanzan raudos a por el teléfono, mucho antes de que la mujer tenga que decirles eso de "hace un mes que no llamas a tu madre".
   El hombre moderno entiende que, aunque esté casado, es mucho más agradable al mundo cuando va bien vestido y aseado, y por eso ha tomado las riendas de su propia imagen y ha decidido que es él mismo el más apropiado para comprarse unos pantalones, una camisa o unos calzoncillos, y por eso va de compras y le encuentra sentido a mirar y a buscar lo que mejor le queda o más le favorece, porque es consciente de las modas y del mundo que le rodea, y no quiere seguir haciendo el ridículo, o dejando que sea su mujer quien le ponga encima de la cama lo que se tiene que poner cada mañana. Aleluya!
   Aleluya porque ha llegado el día en el que podemos decir estas cosas y nadie se escandaliza. Aunque muy pocos hagan realidad esta normalización que tantas anhelamos, por lo menos ya ha llegado el día en que muchos hombres por fin reconocen que tenemos razón. Que queda mucho por hacer y que la mayor parte del esfuerzo ha de venir de su parte, pero también tenemos que aprender las mujeres que somos nosotras, las madres y esposas, las que hemos de educar a los hombres del futuro en una igualdad real, las que estamos cambiando el mundo al poner las cosas donde debían haber estado siempre, porque, aunque ellos no se den cuenta, esta revolución, así como las demás cosas importantes de la vida, es 'cosa nostra'. 
   Y recordad que, aunque en cada casa tenga matices diferentes, el cambio en todos los casos será la consecuencia de que nos queramos y nos quieran más, y de que por fin se bajen del burro y reconozcan que aquello NO ERA NORMAL.





sábado, 27 de agosto de 2011

DEAR NICK

I think it's already more than a month ago that you left us, and I still continue reminding myself that I must go and ask you when we're going to start our classes this year. It's really difficult to accept that, eventhough I can see your car at your door everyday, you're not inside. My dear neighbour, my teacher, my daughter's teacher, my friend. I'm sure you would have loved the wine that I was going to give you as a present for your excellent work, and your consideration towards both my daughter and I. As I write, I remember grammar and vocabulary questions that you clarified  for ever, and I thank you so much... You've left so many children alone for the next course... We're going to miss you so much...! I know it's no use to tell you these things now that you're gone;  we've got this terrible habit of telling the merits of a person when they're not listening! But still, if you  were, I would like you to know that your students adore you, that the hours of work and worry, of class preparation and  checking, your method and your teaching really worked; your patience, your kindness, your smile...they have already been settled in our hearts. You've become a well-konwn, beloved character in our neighbourhood, and I've heard not a single word of criticism or dislike regarding your person. That's a significant fact which nowadays is very rare to find, and is something that for sure I would be proud of having achieved. Thank you so much for your teaching, for your nice, intelligent conversation, and for having met you; you were a maravellous person, and we'll never forget you.